El día que tomé la decisión de bajar de peso fue porque ya no podía más. Todos mis análisis clínicos salían desnivelados y lo que veía en el espejo no era lo que yo consideraba sano en una mujer de 29 años.
Recuerdo que tras la primera consulta llegué a mi casa llorando de coraje conmigo misma ya que Claudia me había enfrentado a lo más doloroso, mi carácter perfeccionista y exigente no había tocado mi salud.
Pero como en muchas situaciones de mi vida tras haber llegado al punto de llorar, me levanté de mi depresión y me propuse a que no sólo bajaría de peso por mi salud, sino también para ser congruente con todo lo que yo "pensaba que era". A más de un año de haber tomado ese camino puedo decir que he aprendido mucho de cómo alimentarse apropiadamente. Entender que no hay que dejar de comer sino a comer lo que realmente beneficia a mi cuerpo.
Obviamente como en todo, es necesario ser muy disciplinada para obtener los resultados deseados. Mi cuerpo ya se ha acostumbrado a ser bien alimentado y me siento muy agradecida con Dios por haberme puesto en las manos indicadas.