Envejecimiento facial: cómo se produce.
Se han descrito los cambios del envejecimiento facial como una simple caída de la piel y tejidos blandos. Este descenso es el responsable de la pérdida de definición de las líneas de la cara y de los surcos. Sin embargo los cambios que se producen en la cara durante el envejecimiento son más complejos y afectan a la piel, el tejido graso, los músculos y los huesos faciales, además de los ligamentos de suspensión.
Imaginemos la dermis como un andamio en el que el colágeno sirve de nexo entre las células,( los fibroblastos). Como este colágeno se rompe, el fibroblasto pierde soporte e “información” sobre su estabilidad mecánica, con lo que la célula se colapsa y produce menos colágeno. Esto inicia un círculo vicioso, ya que al producirse menos colágeno también hay menos soporte estructural y esto favorece que más células se colapsen. Una forma de estimular la producción de colágeno es mediante tratamientos como peelings, láser, etc
La grasa, el tejido adiposo, es un elemento importante del contorno de la cara. Es responsable de líneas cóncavas y convexas que definen una cara joven. La grasa en la cara está dividida en compartimentos y que los ligamentos y tabiques de sujeción se encuentran en los límites de estos compartimentos. Cada compartimento puede envejecer de forma individual y esto afecta a los otros, como una cascada de acontecimientos. Con la edad se produce una pérdida de volumen en paquetes grasos profundos que hacen que compartimentos superficiales se desplacen y causen los surcos. Es decir, los surcos se producen en áreas de transición entre paquetes grasos superficiales, que ya no tienen soporte porque el profundo se ha visto reducido. El estudio de estos compartimentos es importante porque permite el relleno selectivo de aquellos que se han vaciado.
Otra hipótesis basada en estudios de Resonancia es la de Le Louarn. Ellos postulan que con el uso de los músculos miméticos de la cara se produce una redistribución de la grasa profunda lo que lleva también a un aumento del tono en reposo de los músculos.
Finalmente, los cambios óseos son también muy importantes. Sabemos que con la edad se produce una atrofia del hueso maxilar superior, reduciéndose en altura, con un ensanchamiento de la cavidad orbitaria (no porque aumente de tamaño, sino porque los huesos se atrofian). En un estudio muy reciente se ha demostrado también que la mandíbula mantiene su anchura, pero la longitud y la altura se reducen. Tambien aumenta el ángulo mandibular, haciéndose más obtuso. Los cambios son además diferentes en mujeres que en hombres. La pérdida de hueso lleva a un efecto “acordeón” de los tejidos contribuyendo a la “caída” de los mismos.
Es evidente que si los mecanismos de envejecimiento facial son variados, también lo han de ser nuestras actitudes terapéuticas. Un sólo tratamiento no soluciona todos los problemas y suelen ser necesarios procedimientos combinados para obtener los mejores resultados